“El ruiseñor se niega anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría”. -Khalil Gibran-

El Ministerio de Trabajo –concretamente Yolanda Díaz-, ha desatado una polémica en los últimos días a raíz de una instrucción a los inspectores de Trabajo respecto a las campañas agrícolas previas al periodo estival, y que, al parecer insinúa a través de una serie de preguntas, que en algunos casos los temporeros se encuentran en una situación de esclavitud, lo que ha indignado a las asociaciones agrarias de la patronal.
Podemos entender que, en este caso, la definición de esclavitud no se rige por las características que podría entenderse siglos atrás, donde la privación de libertad, la falta de voluntariedad y el sometimiento a trabajos forzados era lo más habitual. En el siglo que nos ocupa, el nuevo término de esclavitud, hace referencia a aquellas condiciones laborales muy precarias, que pueden ser directamente ilegales o amorales, y que en muchos casos pueden ir en contra de los derechos humanos.
El campo siempre ha sido un sector muy olvidado en España, salvo en aquellos momentos de extrema necesidad donde la economía del país pasa por malos momentos, como puede ser una crisis económica. Es en este momento, cuando menos dificultades hay para encontrar temporeros. De forma habitual, siempre falta mano de obra que se preste a las duras condiciones de los campos durante las campañas pertinentes, malográndose cosechas enteras por falta de personal para recogerlas las frutas y verduras a tiempo.
Ya sea a raíz de las palabras de Yolanda Díaz, o el Real Decreto que estableció el Gobierno para flexibilizar la incorporación de inmigrantes y desempleados durante el confinamiento, ha servido para visibilizar las condiciones de trabajo en nuestra agricultura.
Es comprensible que, tras las recientes acusaciones por parte del Ministerio de Trabajo, enfaden a la patronal agraria y ayuden a aportar aún más mala prensa internacional contra España de la que ya hay. Acumulándose las crónicas peyorativas sobre nuestras condiciones laborales en el campo, como el artículo que escribió años atrás el diario británico The Guardian, donde se tachaba de esclavitud el trabajo de los temporeros de la lechuga en el campo de Andalucía. Pero, aunque en un principio nos penalice esta clase de noticias, es necesario visibilizar las malas condiciones que sufren muchos temporeros en España, para poder reconocer el problema y abordarlo.
Como todo, el trabajo de campo pese a la dureza del trabajo en sí, no implica que este se realice sistemáticamente en condiciones de esclavitud, pero sí que ha habido casos donde se han denunciado las precarias condiciones laborales que algunos temporeros han sufrido. Entre las que destacan: los salarios muy bajos, los alojamientos insalubres que se convierten en los mal llamados “pisos patera”, el transporte de temporeros en condiciones ilegales donde se rebasa el número de pasajeros, la falta de cumplimiento en la cotización en el Sistema Especial Agrario y la elevada siniestralidad.
Además, tal y como refleja un informe (OIT) “Seguridad y Saludo en la agricultura”, hay muchas diferencias entre los trabajadores permanentes y los temporales, teniendo mejores condiciones laborales los primeros, aunque concretamente el trabajo en el campo, se caracteriza por su elevada temporalidad, siendo los contratos fijos discontinuos celebrados una minoría.
Hasta la fecha, la visibilidad de estas duras condiciones, tan solo se sospechaban y eran pocas las denuncias que se hacían en firme, debido al temor de estos temporeros a tener represalias laborales como el no ser contratados para temporadas posteriores. También habría que ver porque en la recogida habitual de frutas y verduras en los campos españoles, hay una alta mano de obra inmigrante a diferencia de la española, pero a su vez son muchos los españoles que si viajan a otros países como Francia, Portugal o Marruecos para trabajar de temporeros. Incluso mucho de ellos centran su trabajo anual en la llamada “rueda temporera”. Es decir, el ir encadenando campañas de distintas hortalizas.
Puede que, hablar de esclavitud en nuestra agricultura sean palabras mayores, pero, quizás sea hora de ir mejorando las condiciones laborales en nuestros campos, para que la opción de trabajar en nuestra agricultura no sea la opción que se tomaría únicamente en situaciones de necesidad. Si se está dando una situación de explotación, -como presuntamente parece estar dándose en nuestros campos-, sólo se podrá minimizar el problema a través del trabajo conjunto entre todos, siendo necesario tomar la responsabilidad entre todos los elementos implicados desde que se siembra hasta que el producto lleva hasta nuestras mesas como consumidores. Sólo así, podremos evolucionar hacia un mundo más justo.