Situación actual

El proceso del duelo en el trabajo

“La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida.” – André Malraux

A raíz de la pandemia y su dramática consecuencia en fallecimientos que de ella se deriva, junto al estrés que ha supuesto permanecer en un largo confinamiento, todo ello, nos ha hecho valorar pequeñas cosas que anteriormente nos pasaban desapercibidas. Y, también, nos ha hecho tener más presente a la muerte haciendo disminuir esa sensación de invulnerabilidad que nos permite vivir con normalidad día a día sin tener miedo a morirnos en cualquier momento.

En estos días tan complicados, sobre todo debido a todo lo expuesto anteriormente, son muchas las personas las que, lamentablemente, les ha tocado vivir la pérdida inexorable de un ser querido.  Esto nos obliga a tener que replantearnos una nueva realidad sin esas personas que tanto amábamos y en muchas ocasiones, no es nada fácil. Pueden pasar meses, años e incluso toda una vida hasta que podamos alcanzar esa “nueva normalidad” sin ellos.

Los tiempos a la hora de superar una pérdida pueden variar según la persona. Las circunstancias de la pérdida del ser querido y de los propios recursos psicológicos que tenga el “superviviente” hacen que el proceso del duelo dure más o menos.

El llamado duelo patológico es aquel que su duración es excesiva y, además, supone una gran limitación en la vida del superviviente. Pero sea duelo o duelo patológico, todas las personas “luchan” para poder conseguir esa normalidad. Aunque en ocasiones si no podemos conseguirla por nosotros mismos se recomienda acudir a un profesional.

En esa batalla, -la cual se libra más fácilmente con el paso del tiempo-, destaca una serie de objetivos principales. Reducir la ansiedad que supone la pérdida, fomentar las relaciones sociales, minimizar la tristeza y en ocasiones, reducir los sentimientos de culpabilidad, son tan solo algunos de ellos. Pero, dado que nuestra vida es un continuo no parar, a veces no tenemos tanto tiempo como nos gustaría para poder asumir nuestro propio proceso, teniendo que seguir cuidando de la familia o volver a nuestro puesto de trabajo sin estar lo suficientemente preparados.

Volver a trabajar tras la pérdida de un ser querido, nos puede ayudar a conseguir esa nueva normalidad, gracias a la rutina y los turnos.  El hecho de centrarse en el trabajo, en sus tareas y en sus objetivos, distraen la mente de la tristeza y de la pena. Aunque en muchos casos, si los duelos se agravan, la desconcentración y la depresión pueden dificultar su reincorporación.

Junto a la rutina, es bueno también apoyarse en compañeros de trabajo con los que tengamos bastante afinidad y confianza para facilitar la expresión de sentimientos por el fallecido en momentos puntuales de descanso en lugares privados y alejados del ojo de los demás. Esto nos permitirá abordar el duelo –sin posponerlo continuamente debido a las tareas rutinarias- de una forma sana y controlada, tratando de minimizar ese aislamiento social que suele estar asociado a las grandes pérdidas y fortalecer nuestras relaciones sociales.

Apoyarnos desde un punto emocional, dejar fluir libremente los sentimientos de ira, tristeza y enfado en determinados momentos –sentimientos que no son ni buenos ni malos, están ahí para ayudarnos a asumir una perdida que en muchos momentos es inesperada-, nos permitirá centrarnos en solucionar problemas cotidianos y, poco a poco, readaptarnos a nuestra vida diaria.  Es importante también no descuidar nuestra salud en el trabajo, centrarnos en hábitos saludables e ir recuperando nuestras relaciones sociales y familiares previas. Esto nos permitirá que, cada día, nos sintamos más “cómodos” ante nuestra nueva realidad, y que, nuestra vuelta al trabajo no sea tan traumática.

A la larga, cuando nos consideremos más preparados emocionalmente, también sería conveniente aplicar a nuestro día a día pequeñas gratificaciones. Como, por ejemplo, volver a quedar a tomar un café, comprar un libro nuevo o plantearnos un viaje. Desde el punto de vista laboral, puede ser el momento de abordar un ascenso –horizontal o vertical-, conocer más a nuestros compañeros de trabajo o embarcarnos en un proyecto profesional que anteriormente ni nos planteábamos. Lo importante es ir recuperando la ilusión poco a poco por el futuro.

Esto no significa que, realizando todas las acciones anteriormente expuestas el proceso del duelo desaparezca, sino que, permitirá que procesemos la pérdida con el paso del tiempo, para que esta no se enquiste y nos veamos atrapados en el pasado.

Vivir con ilusión es el mejor regalo que podemos dar a aquellos que ya no están, y mientras lo hacemos, los seguiremos recordando.

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