Condiciones laborales

El efecto mariposa

El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo

Vivimos en un mundo muy cambiante y vertiginoso que nos obliga a adaptarnos al contexto o morir en el intento.

Las generaciones posteriores a los 90 se han criado en un entorno muy distinto, anclado en las redes sociales y el mundo digital. Lo que les ha permitido desarrollar una serie de habilidades de forma mucho más natural que sus progenitores.

El entorno laboral también ha cambiado mucho. Se ha vuelto tremendamente competitivo y exigente, donde parece que la formación y la experiencia que uno posee nunca son suficientes, lo que nos obliga a estar activos en una continúa formación y una mejora profesional.

Esto a su vez, ha hecho que las grandes empresas se vuelquen en la búsqueda de ese santo grial que es el talento joven. Un perfil versado en idiomas, con experiencia muy especializada en su campo, un gran manejo de las tecnologías y que no le asuste mudarse a otro país como parte de requisito de su profesión.

Desde luego, encontrar a un perfil así a veces supone un trabajo titánico para los reclutadores y, una vez encontrado, se enfrentan a otra gran problemática que es retenerlo. Porque ese perfil tan demandado para una empresa, también lo es para otra, y es cuando se convierte en una guerra de pujas para llevarse al trofeo.

Esto permite que la persona que tenga todas las cualidades anteriormente mencionadas –y que lo convierten en un perfil más idóneo-, disponga de un gran poder de negociación respecto a sus condiciones laborales, y acabe convirtiéndose en los llamados “mercenaries”.

Pero este tipo de perfiles, no deberían de ser los únicos en aspirar a tener unas buenas condiciones laborales. Y no me estoy refiriendo a tener un buen horario, días a la semana de teletrabajo o un mejor salario.

Hablo de que cualquier grupo profesional –dentro de sus características asociadas a su puesto de trabajo- deberían de poder aspirar a tener unas condiciones laborales dignas y suficientes.

Pongamos de ejemplo a un encajador de cítricos y un desarrollador de Frontend. El primero tendrá menor poder de negociación que el segundo, pero ambos deben de contar con unas buenas condiciones laborales.

Porque un mal ambiente de trabajo y unas malas condiciones diarias, no solo implican un mal marketing para la empresa en cuestión –donde el boca a boca se ve “acrecentado” por el poder de las redes sociales-  sino que estos factores contribuyen a aumentar los casos de absentismo laboral, las bajas y la rotación del personal.

Lo que implica unas grandes pérdidas a la larga para la propia empresa.

Volviendo al ejemplo del encajador de cítricos, donde ha estado en la última campaña del kaki en un almacén con unas terribles condiciones, no sólo no volverá el año que viene –aunque sea un buen trabajador- sino que se lo dirá a sus amigos, conocidos y familiares, y se establecerá una cadena de mala publicidad, donde a la larga, ese mismo almacén, tendrá una dificultad añadida para encontrar trabajadores para las siguientes campañas –Y en estos casos, estamos hablando de grandes volúmenes de 70-80 encajadores-.  En el caso del desarrollador de Frontend simplemente se irá a otra empresa donde tenga mejores prestaciones, porque las condiciones laborales no sólo se reducen a los aspectos salariales.

Por lo tanto, veamos el día a día dentro de una empresa bajo la metáfora del “efecto mariposa”. Aunque sólo sea para evitar un huracán a medio o a largo plazo

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